Continuamos con nuestra recién
estrenada sección Mi “Quijote” por cortesía de la siempre entusiasta Mª Luz, de
mi partida de noctámbulos clasicistas del Bloque 2. Nos envía su particular y,
desde luego, entrañable experiencia con nuestra obra más universal y nos
demuestra que los libros, como todo en la vida, tienen su momento oportuno. El
del Quijote tardó algo en llegar para
Mª Luz pero llegó y, como dice el refrán y seguro que apuntaría el bueno de
Sancho Panza, nunca es tarde si la dicha es buena. ¡Gracias, Mª Luz!
La primera vez que cayó en mis
manos El Quijote no fue buena
experiencia. Os explico el porqué.
Era muy cría, unos ocho o nueve
años, y tenía una caligrafía muy mala, fatal. Un verano mi padre me compró una
libreta y me dijo que por las mañanas debía copiar de un libro una o dos
páginas, para que practicara y mejorara mi letra. Me siento el primer día y me
planta delante de mí El Quijote. Como
comprenderéis, para mí fue un castigo y lo odié. Después de los años, cuando
hablé con él, me dijo que su intención era que me aficionara a él y hacerme
agradable la escritura. Ya veis que no acertó porque no tenía ni idea de lo que
escribía, para mí eran letras, palabras y nada más. Tardé años en volver a él,
para leerlo esta vez, y enseguida me olvidé de mi antigua enemistad… Me encantó.
Ahora es, quizá, el libro al que más cariño tengo.
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