jueves, 28 de enero de 2016

ESCALAS DE DESASTRES: “GRECIA, REINVENTARSE PARA SOBREVIVIR” II

Ayer os dejaba por aquí mi reseña particular del documental Grecia: reinventarse para sobrevivir, y hoy es Amalia, nuestra noctámbula jefa de estudios y profesora de Filosofía, quien nos envía su crítica, tan entusiasta como la mía pero más atenta a una significativa ausencia: ¿qué pasa con las mujeres? Desde aquí, por supuesto, os invitamos a leer a Amalia y a dejarnos también, por supuesto, vuestras propias críticas o comentarios.
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“Grecia reinventarse para sobrevivir”
(Ateneo de la Calzada, 27-1-2016)
La oportunidad que nos ofreció la proyección del documental “Grecia reinventarse para sobrevivir”, de Elena Zervopoulou, en condiciones óptimas de espacio, cerca de nuestro Instituto, y tiempo, en nuestro horario de Nocturno, nos animó a ir para allá a unas cuantas profesoras en grata compañía del alumnado de primero y segundo bloques. ¡Ah!, también de Carmen Fuertes, la exprofesora del Feijoo. A las facilidades anteriormente señaladas se añadía, y en realidad era lo más importante, el asunto tratado: maneras de vivir durante una crisis, en este caso la griega, que, de un modo más general, podemos reformular: ¿qué hacer cuando todo, o casi todo, me va mal? Así, por un rato cambiamos el escenario del aula por la sala de proyección del Ateneo de la Calzada. Vaya mi gratitud para quien o quienes fueron responsables de que tal documental llegase al Ateneo vecino. 
Tres protagonistas, los tres varones, se reinventan para sobrevivir. Tres varones a quienes podríamos calificar de verdaderamente emprendedores, pues, de no ser así, acabarían en la destrucción personal, cuyos extremos son la locura y el suicidio, a veces juntos, pero nunca a la vez, por razones obvias. Giorgios es el más intelectual, el más viejo, el más solo; no es un joven con familia como Grigoris, familia con la que se va al campo a vivir de la agricultura; es también el más débil físicamente, no como Ilias que mueve toneladas de patatas burlando a intermediarios como la alemana Lidl para que quienes producen y quienes comen tengan lo necesario: clientes para vender a un precio razonable y precios razonables para poder comer.


Giorgios es el último de la escala de desgracias respecto a los otros dos; en el banco callejero que sustituye a su casa necesita pronunciar, pensar –dice-“nosotros”, porque el “yo” aislado no tiene eje; casi quiere no existir, pero existe, porque los otros lo miran, y tiene que pensarse nada menos que desde la indigencia: él, que se había dedicado a la música, a los medios de comunicación, con trabajos en radio, universidad, ministerios… se ve durmiendo en calle. No parece tener a nadie cerca en esta situación, tiene que encontrar todo y lo primero que encuentra es otra gente. Así parece salir adelante. Dice “necesito pensar, no sentir”.
En esta escala de desastres producidos por la crisis, incluso en los desastres, falta la mitad de la humanidad…griega en este caso. Ya sorprende que los tres protagonistas sean varones, pero si esperábamos que las mujeres apareciesen como personajes secundarios, hablados, tratados…, pues tampoco. La directora del documental no parece ni acordarse de tal asunto. Así que espero a que alguien haga la mitad que le falta a este documental para volver a disfrutar de relatos de nuestra vecina y madre Grecia a quien tanto debemos…

Amalia (profesora de Filosofía del Bachillerato Nocturno)

GRECIA: REINVENTARSE PARA SOBREVIVIR (ELENA ZERVOPOULOU) I



Se dice habitualmente que los clásicos conmueven porque tratan de verdades universales, tan válidas para nosotros como para los hombres que habitaron el mundo hace más de dos mil años. Puede ser. Lo cierto es, sin embargo, que si tales verdades nos sacuden es porque nos reconocemos en aquellos que los genios griegos eligieron para transmitirlas. La tragedia de Antígona conmueve no porque, al leerla, reconozcamos que hay una ley superior a la de los hombres -llamémosla divina o natural, según cada cual-, sino porque todos queremos creer que desobedeceríamos el edicto de Creonte para enterrar a nuestro hermano. ¡Ay, la empatía! Otro día hablaremos de la Antígona de Sófocles, uno de los más perfectos ejemplos de tragedia griega. Centrémonos, de momento, en el hecho de que la mejor manera de llegar a las verdades universales es a través de los casos particulares.
Así parece haberlo entendido también Elena Zervopoulou, la directora de Grecia: reinventarse para sobrevivir (2014), a cuya proyección en el Ateneo de la Calzada asistieron hoy nuestros alumnos de primer y segundo bloque de Bachillerato Nocturno, en compañía de Amalia, Begoña y una servidora, Cecilia. Me gustaría adjuntar aquí una fotografía de grupo pero nuestros noctámbulos han resultado ser tímidos y poco dados a retratarse.



En dicho documental Zervopoulou selecciona el caso particular de tres individuos, Ilias, Grigoris y Georgios, para defender una tesis de lo más alentadora ante el terrible panorama de la recesión griega. El gobierno puede haber hecho dejación absoluta de sus funciones o, aun peor, convertido al pueblo en enemigo. La imagen de los antidisturbios gaseando a los manifestantes en la plaza de Syntagma o el dato de que las pensiones -¡contributivas!- se han reducido a 300 euros son buena muestra de ello. La situación es, pues, insostenible pero el cambio es posible. Este cambio no vendrá de arriba, sino de la gente y la gente, como le señala el incansable activista Ilias al anciano que se queja en la calle, somos nosotros. Somos nosotros como individuos quienes debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para enfrentarnos a las todopoderosas fuerzas del capitalismo, igual que Antígona se enfrentó al tirano Creonte o Edipo al mismísimo Destino.
Ilias es probablemente el ejemplo más evidente y probatorio de la posibilidad del cambio. Vemos cómo se implica en el llamado “movimiento de la patata”, que busca la eliminación de intermediarios en la distribución de productos básicos. El consumidor consigue un precio más justo y el productor logra que se le pague al contado y en el acto. Todas las partes han de hacer un esfuerzo, eso sí, el productor estableciendo un precio atractivo para el consumidor y este último comprando a los pequeños agricultores, aunque no siempre tengan el mejor precio. Solo así las grandes superficies se verán obligadas a bajar sus precios para no perder mercado.
También Grigoris insiste en manejar su propio destino. Al principio de la cinta lo vemos abandonando Atenas de vuelta a su pueblo de origen y a la granja de su padre, que libera su frustración prometiendo a los políticos castigos homéricos. Prefiere ser un campesino pobre en el campo que “un pirado en Atenas”, dice Grigoris, aunque trabaje de sol a sol y no obtenga más que una miseria por sus tomates.
Probablemente es el caso de Giorgios el que más nos conmueve. Músico de formación, locutor de radio de profesión, la crisis del 2008 lo dejó en la calle, esclavo de un único impulso: la supervivencia. Supo alejarse, eso sí, de la inerte seguridad del albergue para reconstruir su vida. Y lo hace recuperando, para empezar, su Humanidad, sintiéndose útil. Al final del recorrido lo vemos de nuevo en la radio, tocando y riendo y anunciando un proyecto solidario.
Dijimos al comenzar que, pese a todo, era este un documental optimista y se agradece, ciertamente, el tono, en un momento en que todo parecen ser sombras. No debiéramos olvidar, sin embargo, que si Ilias, Grigoris y Giorgios consiguen salir adelante, mejor o peor, ello es porque dieron un paso al frente o, mejor, a un lado, y se salieron del camino aparentemente establecido para ellos. En fin, es todo.
Se nota, creo, que lo he disfrutado. Y a vosotros, ¿qué os ha parecido?


Caecilia (profesora de Latín y Griego del Bachillerato Nocturno)

viernes, 22 de enero de 2016

MARÍA ZAMBRANO SEGÚN JOAQUÍN CALOMARDE (ISIDRA VICTORIA RODRÍGUEZ, 1ER BLOQUE BACHILLERATO NOCTURNO)



¡Estudiantes! ¡Profesores! ¡Amigos todos del IES Padre Feijoo! Estamos de vuelta. Desde la tranquilidad de la noche y animada por Amalia, su profesora de Filosofía, nos escribe Isidra Victoria, Toya para los amigos, acerca de María Zambrano. Con el entusiasmo que la caracteriza, nos envía un comentario acerca del capítulo que Joaquín Calomarde le dedica a esta pensadora en la obra de Rosa María Rodríguez Magda, Mujeres en la Historia del Pensamiento, Anthropos (Barcelona, 1997). En este título, según nos cuenta Toya, se nos ofrece un panorama de varias filósofas a través de los ojos de intelectuales de nuestro siglo. El objetivo es llenar el vacío de conocimiento que existe sobre las aportaciones que estas grandes pensadoras hicieron, pese a los obstáculos que encontraron en su camino.

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María Zambrano, que para algunos es tan solo el nombre de una de las calles cercanas a nuestro instituto, fue una filósofa y ensayista del siglo XX. Pasó buena parte de su vida en el exilio y solo fue reconocida tardíamente y, aun así, no de forma mayoritaria. Según Calomarde, es difícil calificar la obra de María Zambrano, en la que se encuentran influencias de autores tan diversos como los clásicos griegos, Cervantes o pensadores contemporáneos como Ortega y Gasset, de quien, por cierto, fue colega. En su obra filosófica el vivir es ver pasar la vida y contemplarla “desde nuestra prisión”, el lenguaje.

Dos son las grandes cuestiones de su obra, la creación de la persona y la razón poética. Esta última se relaciona con el arte de la memoria “pues si lo que queremos aprehender es el transcurrir de la vida hemos de recordar que en ella no hay situaciones repetibles”.

En cuanto al hombre, el yo, está dotado de una sustancia, un ser interior, que la pensadora identifica con los sentimientos, las ideas más profundas, lo sagrado del yo de la conciencia. Este ser interior es innato, existe desde el día de nuestro nacimiento, aunque solo con el paso del tiempo se vaya creando conciencia de él. A través de estas sustancias se debe buscar la unidad como persona.

Sus proyectos filosóficos  son muchos y variados: la vida, la  razón, la muerte, la existencia.

La existencia no es la condición de la vida, sino el resultado biográfico e histórico de la circunstancia que es vivir. La muerte, a su vez, es el origen de todo pensar. No es la conclusión de la vida, sino “lo otro” de lo vivo. No es la culminación de un proceso.

En su obra hay, pues, una búsqueda constante de la  “existencia originaria” por la escritura literaria o filosófica hoy desaparecidas. Su filosofía no ha sido entendida por los estudiosos tradicionalistas. Aunque, sí la hubiesen entendido, según Calonge, Teresa de Jesús, Valle-Inclán o Vicente Aleixandre.

Isidra Victoria Rodríguez, Primer Bloque del Bachillerato Nocturno