¡Estudiantes! ¡Profesores!
¡Amigos todos del IES Padre Feijoo! Aunque no lo parezca, seguimos aquí; entre
telarañas y estanterías polvorientas,es cierto, pero seguimos aquí. El caso es
que nos gustaría ventilar un poco este espacio y darle de nuevo un poco de
vida. Nos ayuda en esta tarea el siempre activo Dpto. de Lengua, que, como
todos los años, ha organizado un concurso
literario, de microcuentos en esta ocasión.
El otro día se publicaba en el
hermano mayor de este blog el fallo del jurado, integrado por los profes del
Dpto. de Lengua. Lo podéis consultar aquí.
Para que comprobéis por
vosotros mismos la calidad de los ganadores, ¡aquí os los traemos!
¡Disfrutadlos! Y a Iván, José Ángel y el noctámbulo Jordan, ¡enhorabuena! Ya
sabéis que podéis enviarnos vuestras creaciones siempre que queráis.
Cielo de nadie
Salgo con mis compañeros surcando el cielo, en formación. Sin
previo aviso, empiezan a derribarnos. La presión y la agonía se hacen reales.
En aquel momento empiezo a caer; fuerzo el aterrizaje y, en aquel lluvioso día,
termino impactando contra el paraguas de aquel niño.
Iván
González González, 1ºD
La meta
Los corredores se pusieron en sus marcas. Nadie estaba
dispuesto a perder; la rivalidad era feroz. Se oyó el disparo de salida y todos
salieron lo más rápido que pudieron. El paisaje ese día era especialmente
siniestro. Frondosos árboles rodeaban las pistas y una densa niebla tapaba el
horizonte. En la lejanía, se apreciaba un reciente incendio, suceso frecuente
en la zona. Al fin, el corredor O2 se acercaba a la meta. Consiguió llegar el
primero: había ganado. Sin embargo, su felicidad se vio interrumpida cuando su
cuerpo metálico explotó. Como resultado, un soldado perdió la vida. Otra
víctima más de la guerra.
José
Ángel Prada, 1ºD
Pan, mantequilla y
azúcar
Pan, mantequilla y azúcar. Cada día, al llegar a casa el
abuelo me esperaba con aquel aburrido y monótono bocadillo. Cuando le
preguntaba por qué siempre ese bocadillo, él me respondía de la misma manera,
con una de sus pintorescas frases: “Los duelos con pan son menos”.
No entendía nada; simplemente me lo comía y no pensaba en su
frase. Y así día tras día, hasta el 19 de marzo de 2007. Ese día mi abuela se
retrasa y estoy esperando, aburrido en el colegio. Es extraño que mi abuela se
retrase. Al cabo de cuarenta y cinco minutos, llega muy callada y, sin apenas
mirarme a la cara, vamos en dirección a casa.
Llegamos. Todo estaba en silencio, entristecido; mi bocadillo
de pan, mantequilla y azúcar ya no estaba.
Aquel día la vida me lo hizo entender.
Jordan
Santana Regueiro, Bachillerato Nocturno (Bloque I)
[Muchas gracias a Roberto Zapico por la información, los relatos y, sobre todo, por acordarse de nosotros]