¡Estudiantes! ¡Profesores! ¡Amigos todos del IES Padre
Feijoo! Estamos de vuelta. Desde la tranquilidad de la noche y animada por
Amalia, su profesora de Filosofía, nos escribe Isidra Victoria, Toya para los
amigos, acerca de María Zambrano. Con el entusiasmo que la caracteriza, nos
envía un comentario acerca del capítulo que Joaquín Calomarde le dedica a esta
pensadora en la obra de Rosa María Rodríguez Magda, Mujeres en la
Historia del Pensamiento, Anthropos (Barcelona, 1997). En
este título, según nos cuenta Toya, se nos ofrece un panorama de varias
filósofas a través de los ojos de intelectuales de nuestro siglo. El objetivo
es llenar el vacío de conocimiento que existe sobre las aportaciones que estas
grandes pensadoras hicieron, pese a los obstáculos que encontraron en su
camino.
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María Zambrano, que para algunos es tan solo el nombre
de una de las calles cercanas a nuestro instituto, fue una filósofa y ensayista
del siglo XX. Pasó buena parte de su vida en el exilio y solo fue reconocida
tardíamente y, aun así, no de forma mayoritaria. Según Calomarde, es difícil
calificar la obra de María Zambrano, en la que se encuentran influencias de
autores tan diversos como los clásicos griegos, Cervantes o pensadores
contemporáneos como Ortega y Gasset, de quien, por cierto, fue colega. En su
obra filosófica el vivir es ver pasar la vida y contemplarla “desde nuestra
prisión”, el lenguaje.
Dos son las grandes cuestiones de su obra, la creación
de la persona y la razón poética. Esta última se relaciona con el arte de la
memoria “pues si lo que queremos aprehender es el
transcurrir de la vida hemos de recordar que en ella no hay situaciones
repetibles”.
En cuanto
al hombre, el yo, está dotado de una sustancia, un ser interior, que la
pensadora identifica con los sentimientos, las ideas más profundas, lo sagrado
del yo de la conciencia. Este ser interior es innato, existe desde el día de
nuestro nacimiento, aunque solo con el paso del tiempo se vaya creando
conciencia de él. A través de estas sustancias se debe buscar la unidad como
persona.
Sus proyectos filosóficos son muchos y variados: la vida, la razón, la muerte, la existencia.
La existencia no es la condición de la
vida, sino el resultado biográfico e histórico de la circunstancia que es
vivir. La muerte, a su vez, es el origen de todo pensar. No es la conclusión de
la vida, sino “lo otro” de lo vivo. No es la culminación de un proceso.
En su obra hay, pues, una búsqueda
constante de la “existencia originaria”
por la escritura literaria o filosófica hoy desaparecidas. Su filosofía no ha
sido entendida por los estudiosos tradicionalistas. Aunque, sí la hubiesen
entendido, según Calonge, Teresa de Jesús, Valle-Inclán o Vicente Aleixandre.
Isidra Victoria
Rodríguez, Primer Bloque del Bachillerato Nocturno
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